Santiago Polo: la ciudad del silencio / Sofía de Andrés

Si cierro los ojos veo la puerta del antiguo taller de la calle del Rosario, y, al abrirla, las estanterías con vaciados y moldes, con cuerdas y maderos retorcidos, con algún trozo de red, con palabras y papeles. Tan acostumbrada estaba a sus intervenciones que me sorprendió la ternura de las acuarelas que descubrí en las paredes de un amigo. Después hubo fogones y después, otra vez la pintura.
Si cierro los ojos veo a Santiago araigándose en donde ha elegido ser: en el entorno cálido y abierto de su barrio marinero. Su serie "Ciudad" es como un golpe, como un eco triste, porque esos seres tan distantes, tan aislados, tan silenciosos como las calles que transitan, evocan islas y brumas en un paisaje que se escapa a la ubicación. Son cualquier ciudad que hubiera perdido las señas de identidad, son la cuidada arquitectura de ninguna parte, paseada por gentes que no sabemos donde van...
La ciudad es difusa, sus habitantes no la miran ni se miran entre sí. El óleo les pone cuerpo y niebla, la densidad de las superficies las desvanece. Sólo las acuarelas nos traen a una ciudad más próxima, quien sabe si por inacabada.
Si cierro los ojos frente a esa playa amarilla oigo a Silvio Rodríguez cantar "Un día, junto al mar, la más triste canción, oyó llorar a un alma su dolor, y a por el alma fue vibrando la tonada, conmovida y gentil, maravillada".

Sofía de Andrés / Texto en el catálogo de la exposición Ciudades imaginadas. Fundación CEDAT, Valencia.